En el resplandor celestial
la niña veía como unas figuras gigantes se asomaban. Sus ojos vieron por
primera vez las personas que marcarían su nombre: Manuel Antonio Carreño,
Clorinda García de Sena y Rodríguez del Toro, detrás, otras dos figuras se
visualizaban penosas pero enorgullecidas, tal vez sería la pareja Alaiza y
Bolívar, ella aun no lo sabía.
Fue bautizada, su piel
tierna recibió el manto divino, y fue nombrada María Teresa Gertrudis de Jesús
Carreño García. Y a partir de allí extendió sus brazos y comenzó a mover jocosamente
sus dedos jocosamente.
La niña de faldita blanca,
era toda una princesa en plena tierra venezolana. ¡Teresa, la Teresa de nueve años!, decía melancólicamente Manuel
mientras veía como los años en contacto con las teclas le había afinado las
manos a su hija, y ahora estaba en el piano de Hohené; ¿hasta dónde llegará esta pequeña?
El 25 de noviembre de 1862
las zapatillas de Teresa habían tocado las tablas del Teatro Irving Hall, de
Nueva York. La gente la veía, era un escenario parecido a algún momento de su
vida. Quiso recordar, pero no pudo, las manitas distraídas con el blanco y
negro de un gran instrumento musical, le sedujeron para seguir en sintonía con
esos ojos de gente silenciosa y religiosa.
1874, las nubes estallaron
en lágrimas. Teresa fue la primera. Sin embargo, descoció los hilos de la
crisis que vivía su familia. Utilizó su voz, le dio fuerza, y comenzó a vivir
con el piano más que nunca.
La joven del piano hacia lo
que le complacía. Era la “Leona”, la mujer que tocaba todas las notas. Se casó
en varias ocasiones, dio a luz varias semillas. Pero la gente susurraba, la
gente se molestaba, y la gente no sabía que Teresa no era de esa época.
Quien diría que la niña de
nueve años expondría música para el mismísimo presidente de los Estados Unidos,
Abraham Lincoln. Ahora, que era toda una mujer, se enfrentaría al mundo entero.
Hoy en día, ella está ahí,
con su música, su vida, su teatro. En el complejo Cultural más importante de
Venezuela suenan más de 100 notas, tocadas por Teresa Carreño. Y millones de
personas la siguen viendo, todos los días.
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