miércoles, 21 de junio de 2017

David Lynch: la cortina entre la realidad y el sueño



David Lynch es uno de los directores vivos más importantes de la historia del cine. El estadounidense ha popularizado el arte surrealistas en sus obras. Es considerado como un innovador del mundo fílmico. Sin embargo, Lynch ha sido muy poco valorado por las grandes industrias, y del gremio de premios cinematográficos. Pero el arte no es valorado por un Oscar. El director ha triunfado en grandes premios de cine, entre ellos, el Festival de Cannes. 


Lynch siempre se han mantenido fiel a su estilo, hasta con su película The Straight Story (1999), que es una pieza sin excentricidades artística (sigue siendo algo extraño). La cumbre, o cima de su estética no se pueden valorar en una sola obra, pues el director siempre desarrolla un mundo que brilla por su originalidad, o por su genialidad en relacionar elementos comunes en varias de sus películas (indirectamente).

Con el reciente estreno de la serie Twin Peaks (2017), como una especie de continuación de la famosa serie y película homónima de los 90s, Lynch nos deja un mensaje: seguirá haciendo obras de culto, sin importar las limitaciones de la modernidad.



Es inevitable mencionar la obra de Lynch sin apreciar sus elementos más comunes. Entre muchas de ellas, las cortinas rojas, que tanto rodean el mundo de los personajes.

Hay que tener en cuenta que cuando el director coloca una simple taza de café sobre una mesa, nos está queriendo decir algo, la escena puede ser crucial por un café frío o caliente, amargo o dulce. Así ocurre con el terciopelo. Y no es un elemento que sea codificado con una simple mirada, sin análisis y profundidad.

Desde su primera película Eraserhead (1977) hasta la actualidad, en casi todas sus obras Lynch ha dejado el elemento estilístico que se menciona. Intencional o no, es una pieza puesta para ser objeto posible de estudio. Sin embargo, las interpretaciones son individuales, hasta el director cuando habla de sus obras no le gusta dar un sentido único, pues todo depende de los ojos delatores.

                                                      Mulholland Drive (2001)
                                         
Las cortinas de David Lynch por lo general se presentan en salas, en teatros donde los personajes pasan por una etapa enigmática (en el más común de los casos, el inicio de un oscuro desarrollo de la historia). El lienzo por lo general, en teatro, se utiliza para hacer una singular combinación de misterio y magia, donde el público recibe la energía de los actos y las palabras de los personajes.

                                                          Wild at Heat (1990)
                                               
La mirada del público sobre el telón es un acto planeado, con fundamento psicológico, para el manejo de la visión; las señales, los movimientos, son sensibles ante el espectador que espera transportarse a una dimensión diferente a su realidad (¿a sus sueños?, tal vez).

                                                          Blue Velvet (1986)

El teatro está presente en obras como Eraserhead (1977), Mulholland Drive (2001); en tarimas de espacios íntimos o de tertulias, Blue Velvet (1986), Wild at Heat (1990); o en los lugares de ensueño, Twin Peaks (1990-2017). Todas ellas, con una íntima relación.

                                                     Mulholland Drive (2001)

Las cortinas pueden servir para el abrir o cerrar de una representación, de una realidad para saltar a otra. Sin duda, Lynch utiliza el terciopelo como objeto de elegancia, pero una con tendencia para encajar momentos, o en el peor de las interpretaciones, para anunciar la profundidad de lo trágico.

Según los estudios simbólicos, tanto de la interpretación de los sueños, el terciopelo suele simbolizar la riqueza. Posee un matiz de sensualidad (ejemplo de ello, Blue Velvet).


                                                            Eraserhead (1977)

Pero no hay que olvidar el color, Lynch hace predominar el rojo. Aunque Eraserhead (1977), es una película en blanco y negro, nadie dudaría que el telón de ese teatro epitafio, tuviera una tonalidad rojiza. Y, en el más notado, Twin Peaks (1990-2017).
                                         Twin Peaks: Fire Walk with Me (1992)

En la psicología, el color rojo, expresa peligro, atracción, pasión, dinamismo, calidez y agresividad. Además, puede causar fatiga. Se vincula con el fuego, la sangre, la temperatura. No hace falta ser un conocedor a profundidad, para deducir que casi todas las obras de David Lynch comparten estos calificativos. 

Sin duda el cine de Lynch está entremezclado con el sueño y la realidad. La presencia de los lienzos son el hilo conductor a un posible mundo de ensoñación o de lucidez, sin embargo, entre lo real o no, los personajes tienden a confundir su objetivo. Como un artista, al estilo Vermeer, el director le da sustancia a las escenas con ese manto de ornamento, para invitarnos a un momento curioso sin intención alguna, o para enviarnos al fondo más oscuro de la mente.



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